Podría decir que me vi rodeada de circunstancias que hicieron que acabara de esta manera, con esta vida. Circunstancias que me obligaron a elegir… pero ¿de verdad fue así? ¿De verdad fue esa la manera de comenzar a olvidar? Lo dudo, en aquellos instantes posiblemente habría hecho cualquier cosa por salir a delante, por olvidar lo ocurrido. Pero los secretos, las mentiras y decepciones siempre me han seguido, como una sombra de la que nunca he podido deshacerme… mentiras, traiciones, desengaños. Es duro y cruel. Y a la vez, es algo, que irremediablemente rodea nuestra vida. Un segundo, un instante, un momento… eso es suficiente para realizar el daño. Y cuando eso ocurre, cuando abres la brecha que separa una verdad de una mentira, una lealtad de una traición… no hay vuelta atrás. Y solo te queda esperar, respirar, y pensar. Un paso en falso y todo se destruye. Todo por lo que luchas, todo por lo que sueñas… todo se puede ver reducido a una simple y llana mentira. A una circunstancia que maneja nuestra vida, a algo que nos quita el sueño, el hambre, y el aliento. Por el miedo, por los remordimientos. ¿Es necesario cruzar esa fina línea? ¿No hay un límite?... en ocasiones, esa decisión, condiciona una vida. Un paso en falso y todo se destruye… y es entonces, cuando intentas olvidar. Olvidas los remordimientos sentidos, los sueños fallados, el dolor sufrido. O al menos, lo intentas. Pero siempre encuentras algo, un detalle, una palabra, un sentimiento… que irremediablemente te envuelve de nuevo en esa espiral dura y sin sentido. Y es cuando te arrepientes. De mentir, de traicionar, de provocar dolor, esperanzas y desengaños. Es cuando te arrepientes del egoísmo que maneja tu vida, de los problemas que eso mismo acarrea… de todo el tiempo que mantienes en la ignorancia fingida y en el sueño errado. En todo aquello, que te convirtió en lo que eres. Porque esa circunstancia, maneja tu vida.
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